En las aulas infantiles, a menudo pasamos por alto un factor que impacta directamente en el rendimiento y bienestar de los niños: el ruido. Aunque puede parecer algo poco importante, la exposición continua al ruido puede tener consecuencias negativas en el desarrollo cognitivo y emocional de los más pequeños.
¿Cómo controlamos el ruido?
La exposición prolongada al ruido afecta al organismo humano de múltiples formas: estrés, ansiedad, dificulta la concentración y puede incluso alterar el proceso de aprendizaje, sobre todo en áreas como la lectura o la escritura. Esto es aún más preocupante en los primeros años escolares, donde los niños están desarrollando sus habilidades comunicativas.
La reverberación, otro factor a tener en cuenta
Al ruido, hay que sumar la reverberación, que es el reflejo del sonido en superficies que no lo absorben. Esto puede hacer que el mensaje del docente se repita o se distorsione, dificultando la comprensión de lo que se dice. En casos extremos, las vocales y consonantes se superponen, se enmascaran, y los niños no entienden lo que oyen.
¿Cuáles son los niveles de ruido permitidos?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el nivel de ruido permitido es:
- En el interior de aulas escolares no debe superar los 35 dB,
- En los patios de las escuelas y guarderías, no debe exceder los 55 dB.
Si superan estos niveles, estaríamos afectando a los niveles de comprensión de la palabra, clave en el aprendizaje infantil.
Medidas para controlar el ruido.
- Uso de parches de fieltro en mobiliario, asimismo como realización del mantenimiento del mismo.
- Tratar de realizar un mantenimiento en las aulas con el uso de materiales absorventes.
- Cortinas, persianas, alfombras… materiales absorventes del ruido, que reducirán el impacto del ruido en los niños.
- Programar los recreos escolares, de tal manera que los niños de clases contiguas no coincidan a la misma hora.
- Campañas de sensibilización entre el personal docente y los padres.